—Estoy desesperada. Ha ocurrido lo que menos podía esperar… ¡Dios mío! Tanto como llevo luchado para llegar a este resultado… Si tuviera un medio de vida desahogado, renunciaba a la plaza ahora mismo sin esperar otro minuto. Y Meri Yuste exhaló un prolongado suspiro, al tiempo de echar hacia atrás la cabeza y cerrar los ojos maravillosamente ardientes con tanta fuerza, que por un momento desfiguró su rostro jovial y bonito.